10 enero 2006

Ovillo

Siento que la vida se me escapa en un hilo
con cada respiro, con cada suspiro.
Enredándose en un ovillo interminable
lleno de nudos y cabos sueltos,
de distintos colores y texturas.
Cada hilo se amarra firmemente
se ubica a su antojo, se mezcla y cofunde.
Y el ovillo rueda por callejuelas eternas,
se adosan hilos ajenos, prestados y compartidos
algunos se separan y a veces vuelven,
otros perduran por siempre.
Y con el tiempo muchos hilos se cubren,
se pierden y olvidan.
Algunos nudos se desatan,
los colores se desgastan,
y muchos cabos sueltos se esconden pero están,
aplastados por una bola que no deja de rodar.
A veces creo poder sostener ese ovillo,
tenerlo en mis manos, contemplarlo,
hacer ciertos nudos que deseo
y desatar otros que hubiera preferido nunca tener,
buscarle su razón a los cabos solitarios
y poder teñirlo de un color que iluminara al pasar.
Luego abro los ojos y descubro la ilusión,
el ovillo no se ha de detener,
y lo que se enredó queda para siempre en él.
Hasta que llegue el día que se encuentre sólo,
se acabe la lana y nadie pueda prestarle más.
Sólo allí se detendrá,
y así tal vez podré desenredar mi vida,
conocer sus misterios,
el engaño de la razón y la memoria.
Y contemplarla como en verdad fue,
entender el comienzo de cada hilo,
el por qué de su color, el por qué de sus nudos,
atar en mi corazón los cabos perdidos
y luego rearmar el ovillo tal como fue,
para poder al fin caminar en paz,
con él entre mis manos...

1 comentario:

Fabro Tranchida dijo...

Sos arte.
Este escrito es... bellisimo.

¡Bellisimo!