Con ojos de 4 años
te miro. te miro y no podés ocultarlo. te miro con un ojo, dos, tres. te miro de fuera, luego dentro, de cotè y de frente. jaja, te miro de cotè y qué se yo cómo se escribe, pero no podés ocultarlo y te reís. tus labios me muestran tus dientes, tu mirada me esquiva entre avergonzada y cómplice. te reís. de todo. de nada. y qué se yo, esas cosas pasan. es el sol, esa flor plateada, la cámara de fotos, los nenes corriendo, el morbo, lo absurdo. y tu risa es todo. es miedo, llanto y coraje, rebeldía... amor... y esa locura, esa exentricidad, verdadera unicidad, que me hace reír y desear que me contagies de todo eso, que me empapes de vos. es querer ver (al menos por un segundo) como entra el mundo por tus ojos, escuchar desde tus oídos la caótica ciudad, sentir este estremecimiento desde las fibras más íntimas de tu piel, y amar mis labios con los tuyos. y mientras, se nos llenan las bocas de palabras viejas, usadas, gastadas, tri-lla-das. porque también es no temer ser cursi y negarnos a vestirnos de gris, porque aunque tantos grises digan que es lo mismo, sabemos que ser cursi y vestir de gris no lo es. y así dejamos desnuda nuestra ridiculez, dejamos que nos ridiculize, primero ante nosotros, luego ante ellos. y si total todo es ridículo, no seamos hipócritas que el día corre, nos corre y ya! ya no hay nada más, no hay muros, no hay ladrillos, no hay mosaicos. no hay. y al besarte, cuando te vas, ya lo entiendo. no hay tiempo, no hay lugar, no hay siquiera un momento. no hay cine, no hay museo de bellas artes, no hay serpientes en el avión ni tampoco pizzas recalentadas. no hay nada y nunca lo hubo, mas que tu beso, en esta despedida, y el abrazo eterno que me acompaña cada noche a mi cama, me tapa y me recuerda... que ya no sueño solo...