Tiempo de Tregua
Tiempo de tregua. ¿Tregua con quién?. No lo sabía, pero así solía llamarlo. Él era de esos a los que le gusta mucho la introspección, la retrospección, la otrospección y todo lo que significara analizar constantemente cada hecho, cada sentimiento, cada respiro y cada mirada. Como buen abogado llevaba su balanza de justicia consigo a donde quiera que fuera. No entendía sin embargo que ciertas cosas no se pesan ni se someten a las leyes, esperando el fallo judicial que le indicara si una acción había sido correcta o no, y si merecía por lo tanto quedar libre o condenarse al ostracismo. Frecuentemente su alma vagaba en pena, lamentándose tantos crímenes que "había cometido", inducido por el motor de la ilusión, los sueños y las espectativas, que lo conducían sin seguro, ni siquiera de responsabilidad civil contra terceros, por las avenidas ajetreadas de la realidad, que más que alma parecía el fantasma de un pirata viejo, ahogado y traicionado por su tripulación.
Tregua consigo mismo, con sus sueños, sus deseos. Prefirió hacerlos a un lado, pactar un distanciamiento, negociar una vuelta lejana en un futuro remoto del cual esperaba no tener noticias, al menos hasta que el juicio terminara. Nadie lo había citado a declarar. Él solo decidió sentarse en el banco de acusados, esperando el interrogatorio. Su abogada, Tristeza, cabizbaja dejaba desmoronarse a su cliente. Del otro lado, Razón, comenzaba el interrogatorio, acusándolo de no ser prudente, de no poder esperar, de nunca haber detenido la maquinaria de su fantasía, de creer que podría tocar su sueño mejor, de desperdiciar su tiempo... Él aceptó la acusación, se admitió culpable.
Se había estrellado a mil por hora en un callejón si salida de la Realidad. Llevaba de acompañante a su Corazón. Él había sobrevivido, su Corazón no. Era un asesino según la LEY de Conciencia, ese Estado donde todo sucede. Asesino por no tomar precauciones. Todos sabían que estaba prohibido andar a mil por hora en el Barrio Sentimientos y sin tomar los recaudos impuestos.
Salió de la sala sin mirar a su alrededor, le apenaba la vista ajena. Le llenaba de verguenza saber que otros supieran que una vez más no amarró a su Corazón al asiento, que planeó el viaje a Felicidad sin saber si allí tenía una habitación disponible, que una vez más había soñado más rápido que vivido...
Y sin necesidad de ser conducido por los oficiales, a paso lento fue a su celda - Dolor - cerró su candado y tiró la llave por la alcantarilla. Se acostó en la cama y cerró los ojos. Unas tímidas Lágrimas se asomaron a su ventana, pero cansado incluso de ellas las espantó con fiereza. No pudo. Fueron más, muchas más. Invadieron su cuarto hasta casi ahogarlo, pero esta vez no se resistió. Creyó que era su oportunidad: Hundirse en ellas y terminar. Y sin esperarlo las parades de Dolor fueron desmoronándose con las Lágrimas, hasta estallar en mil pedazos y dejarlo a Él flotando como un pétalo de flor en una fuente. La corriente de ese mar lo condujo hasta las puertas de Consuelo, la embajada. Entró tímido, temeroso, incrédulo y escéptico. Había oído que muchos criminales se escondían allí, donde les daban un pasaporte para Segunda Oportunidad, pero el no quería ir a Segunda, sino volver a Primera. Abrió las enormes puertas con un gran esfuerzo que casi lo desgarra.
Y allí descubrió un mundo nuevo. Encontró esas caras que creyó tendrían verguenza de él, sonriéndole, diciéndole "Bienvenido". Se realizó de que ya nadie que conociera se encontraba en Conciencia, todos habían escapado. Nadie lo acusaba, nadie lo miraba mal. Allí no habían leyes que lo condenaran por soñar, que lo condenaran por amar...
Allí entendió que cuando los sentimientos nos conducen lo mejor es dejarlos tomar las riendas, que si se estrellan contra alguna pared es porque sólo se equivocaron de camino, y que si no los acusamos con la Razón algún día volveran a invadirnos con su magia, limpiarán el dolor y nos conducirán a la Felicidad...
Su Corazón lo esperaba con los brazos abiertos, a su lado, sus sueños, sus deseos, sus ilusiones y sus espectativas. La tregua había terminado...