23 julio 2006

MoviE

Esta escena ya la conozco, el argumento es tan trillado...
Ahí el tipo se acomoda en la cama, enciende un cigarrillo y acerca el vaso de la mesita de luz para tirar la ceniza. Amolda el almohadón en su espalda, moviendo sus hombros disparmente, hasta encontrarse semihundido. La mujer aparece por la derecha, en camisón (preferentemente rojo) y con dos vasos de güisqui.
Poneme otro hielo, dale.
Entonces sale, mientras él sigue fumando. Ni mira la pantalla que esta encendida, se pierde vagamente en el humo, dejándose llevar por sus idas y vueltas. Lo sigue con un dedo indice, lo hace girar, forma circulos, que se superponen unos a otros, y entran en el juego todos sus dedos izquierdos. Moviendose entre aburridos y encantados, descubren ante ellos una mujer, una verdadera mujer, con caderas anchas, tan anchas como largas sus piernas. Se eleva, se agacha, se mueve para un lado y para el otro. Esta bailando un tango, y él la acompaña con sus dedos como un aprendiz. La mira embobado, la acaricia despacio. Con temor primero. A ella le gusta y lo sabe. La seduce... pero su mirada se torna turbia, ya no la acaricia tan despacio... ja! siempre se equivoca...
Ahí no te gusta eh! puta!
Y la mujer se desvanece en tiritas de humo que salen entre los dedos de su puño cerrado.
Gracias amor.
Ya le trajo el otro hielo, y ahora se sienta en la cama junto a él. Se acuesta, dejando caer su mano en su pecho, y luego su cara. Con sus ojos penosamente entreabiertos intenta entender la película que están dando, y no sabe por qué le parece haberla visto. Él la mira y se rie...
¿De que te reís?
Nada, es que esta escena ya la conozco, el argumento es tan trillado...

16 julio 2006

Con el televisor encendido.

Ey ey ey!!! mañana, si si mañana... cumple este blog un año... feliz cumpleaños a mi blog... emmm podria decir unas cuantas cosas al respecto, pero cursilerias aparte, mi blog sabe lo que lo quiero, y no necesito expresarselo acá... un año loco, cuantas cosas... buen, como regalo te dejo esto ultimo que escribí... se que te tuve re abandonado, pero buen, sabrás entender no?...

Con el televisor encendido

¿Cómo te recuerdo?... en la cama.
En la cama sí, medio acostada, medio desnuda. Siempre con el televisor encendido. Porque es verdad, siempre estabas mirando televisión. A veces ni te dabas cuenta, pero podía pasar un día entero.
Acostada y mirándome.
Un día entero y si no te decía ni sabías. No se qué era lo que buscabas.
Encendiendo un pucho, acostada y mirándome.
Pero a vos qué más te daba. Cuando entraba por la cocina... sí, por la cocina, nunca me diste las llaves del living, con esa puerta que nunca abrías, por si venían visitas... la pava en la misma hornalla (sé que no tomabas mate), la taza de café en la pileta y el mantel puesto con seis platos, uno por cada día, porque los días en que yo venía no comías.
Mirándome entre las sábanas.
Nunca entendí esa dieta o de dónde la sacaste. Tampoco me lo dijiste, no me explicabas lo que hacías. ¿O era porque sólo tenías seis sillas?... Entonces era cosa de gritarte. Llegué. Vení. Esperá que te ordeno un poco esta cocina.
Apagando el televisor, enredada entre las sábanas.
Pero como no comprabas detergente no podía limpiarte bien las cosas. Dejá todo en remojo y vení. Ya habías apagado el televisor. Entonces cruzaba la cocina y pasaba al living... viviendo... nunca te gustó que diga living. Entonces cruzaba la cocina y pasaba al viviendo, con la luz apagada y la persiana baja.
Desnudándote en la cama.
Era cosa de manotear el interruptor para ver algo, subir la persiana y apagar la luz. ¡Qué día hermoso!. Todos nuestros domingos eran hermosos. Y corría la cortina sólo para darle un toque. A vos te gustaba el efecto de la cortina en el viviendo.
Completamente desnuda y mirándome.
Ya podía ir a tu habitación. Sé que contabas mis pasos y calculabas por dónde estaba. Por eso cuando daba un paso para atrás, queriendo engañarte, tosías suavemente. Tan sutil que eras.
Besándome.
A medida que me acercaba sentía latirte el corazón, cada vez más, más fuerte. Podía sentirlo como sentías el mío. Ahí apagabas el pucho. ¿Notaste que latían coordinados?.
Amándome.
Entonces tu cama era un revuelo y nosotros un tornado. Las sábanas eran ríos que nos surcaban, se secaban, se perdían como cascadas al borde del colchón y todo esto me deja exhausto. Jugando con mi mano en tu ombligo, mis dedos bailan, mis dedos bail, mis deds... ¿Volviste a prender el televisor?... Me quedé dormido... Un beso y me voy. En la puerta de tu habitación me doy vuelta y te miro, así quiero recordarte, en la cama sí, medio acostada, medio desnuda, siempre con el televisor encendido.