No-pensado… eso fue algo no-pensado.
¿Cómo podría haberlo pensado?
Jamás, jamás…
Impulso-reacción. Determinación.
Tal vez debiera pedirte perdón…
Los faroles aún encendidos, el rumor de una noche más perdidos en la ciudad, como todos en esta ciudad, como todos en toda ciudad.
Suave rocío nocturno, me moja los pies perdidos entre los tuyos, mis manos que te buscan, que te encuentran… ardiendo…
en el cuello, entre las piernas…
latiendo, más y más…
en un banco, una plaza, aislados, escondidos… solos…
La nada.
Nosotros.
Nosotros y la nada.
Nada más allá de nosotros mismos.
Presente, esa pretensión vaga, estúpida,
cómoda,
de creer que la revolución se hace hablando.
¡Nada se hace hablando!.
Hablando sólo se vuela, sólo se sueña.
Las palabras sólo acarician las almas, perdidas, como todas en esta ciudad, como todas en toda ciudad. Las acarician, nada más.
La revolución exige fuego, destrucción, odio, valor…
¡Amor!.
Soy una simple recreación de lo que no puede ser,
un vago deseo de realmente ser…
¿Cómo ser libre ser si no se es sino lo que dice ser?
Y yo digo… y mucho…
Y me esclavizo… y mucho...
de lo que digo y no digo,
de lo que otros dicen por mí (y sin preguntar).
Ser.
Como misterio.
Como meta.
Como fin.
Y entre todo eso vos…
Vos como revelación,
Vos como resguardo, inspiración,
Vos como descarga (injusta) de mi impotencia,
De esta ficción… de este ensueño.
De esta revolución… tan ilusoria…
De este vuelo… tan real…
De este quererte… de este perderme…
De este no importarme ya ni mis palabras…
¡Silencio!.
Hablar, hablar, hablar…
¿Para qué?
Si tan solo pudieras callarme…
Desechar los preámbulos que necesito para amarte.
Si tan sólo pudieras besarme…
Si tan sólo…
Amarte.
Como misterio.
Como meta.
Como fin.
Como lo único realmente real.
La nada.
Nosotros.
Nosotros y la nada.
Nada más allá de nosotros mismos.
De este banco, esta plaza, esta noche y los faroles encendidos.